“Cuando las expectativas humanas desfallecen, las esperanzas cristianas apenas comienzan”. Monseñor Rolando Alvarez

“Cuando las expectativas humanas desfallecen, las esperanzas cristianas, apenas comienzan”, recordó Monseñor Rolando José Alvarez Lagos, Obispo de la Diócesis de Matagalpa, durante su homilía el Xll Domingo del Tiempo Ordinario, 20 de junio, en la Iglesia Catedral San Pedro Apóstol.

Aquí el mensaje:

“Hermanos, Jesús siendo de tarde, nos invita a pasar a la otra orilla. No podemos continuar viviendo como si se estuviera en guerra de todos contra todos y contra todo. Jesucristo en Getsemaní experimentó en sí mismo y de modo desgarrador, la trágica, dramática y abismal distancia que existe entre el odio y el amor, entre la mentira y la verdad, entre el pecado y la gracia. Los nicaragüenses debemos pasar a la otra orilla: a la del amor, a la de la verdad, a la de la gracia. La barca es Nicaragua y “se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua”, nos afirma el Evangelio. En la Biblia, según lo que nos dice el libro de Job y el Salmo 106, el mar se considera como un elemento amenazador, caótico, que sólo Dios, el Creador, puede dominar, gobernar y silenciar.

Sin embargo, hay otra fuerza positiva, que mueve el mundo y la historia, nuestra historia y que es capaz como la levadura, como la semilla sembrada en buena tierra que crece silenciosamente, transformar todo desde dentro, y esta fuerza es el amor de Cristo. El amor de Cristo nos urge. Nos urge a los nicaragüenses. El amor es indestructible. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús, todos, católicos y no católicos, incluso los escépticos, a la barca de nuestra vida, de nuestra Nicaragua. Entreguémosle cualquier zozobra o agitación interior o externa que pretenda quitarnos la paz. Al igual que los discípulos, experimentaremos que con El a bordo, no se naufraga. Porque esta es la Potencia de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. El trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere (cf. Papa Francisco).

“¿Maestro, no te importa que nos hundamos? Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: ¡cállate!, enmudece! Entonces la tempestad cesó y sobrevino una gran calma. ¿Y les dijo, por qué tienen miedo?

Hermanos nicaragüenses. No tengamos miedo. El Papa Francisco en el Angeluz de este día, nos ha dicho que los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas más que mirar a Jesús y el miedo nos lleva a mirar las dificultades, los problemas difíciles y no mirar al Señor. Puede ser de tarde o hacer noche, pero no tengamos miedo:

No tengamos miedo a la fuerza del amor. La fuerza del amor es indestructible e invencible. El Señor manifestó que el amor es una fuerza invencible. Así lo manifestó en su Pascua, en la santidad del camino que eligió para salvarnos, para liberarnos del dominio del mal, igual como una vez sucedió con el éxodo de Egipto, cuando Dios los liberó del poder del faraón y lo hizo con brazo fuerte y mano extendida. “Dios mío -exclama el salmista-, tus caminos son santos (…). Te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas” (Sal. 77, 14-20).

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No tengamos miedo a la fuerza de la esperanza. La fuerza de la esperanza es indestructible e invencible. La esperanza es inquieta. Espera y trabaja por lo que espera. No se puede vivir excluyendo al otro. No podemos negarnos la oportunidad de construir un país para todos. Debemos aprender la tolerancia, el respeto al criterio del otro. Debemos seguir insistiendo que los problemas de Nicaragua, debemos resolverlos los nicaragüenses. Esperemos aún en contra de las peores adversidades y trabajemos incansablemente por la justicia y la paz.

No tengamos miedo a la fuerza de la libertad, porque para ser libres nos liberó Cristo. La fuerza de la libertad es indestructible. El es nuestra paz y nuestra esperanza. Cristo nos libera del pecado personal y social, del pecado individual y estructural, porque aún las estructuras más sofisticadas y los modelos mejor estructurados, sino nacen de un corazón nuevo, tarde o temprano fracasan y se convierten en injustos. La fuerza de la libertad nos garantiza una nueva nación sin exclusiones, con un Estado funcional, moderno y pluralista.

Sigamos invitando a nuestra barca a Cristo, doblemos rodillas ante El, oremos y nosotros los católicos y los no católicos; recemos diariamente el Santo Rosario, como nos ha exhortado la Cen, adorando sobre todo los jueves a Jesús Sacramentado y consagrándonos al Inmaculado Corazón de María, porque cuando las expectativas humanas desfallecen, las esperanzas cristianas, apenas comienzan. Amén”.

Fotografías: Sergio José Cardenas.

Redacción: Manuel Antonio Obando Cortedano.