“En Nicaragua estamos llamados a ser una gran familia. En una familia hay diferencias pero cuando estas son asumidas con respeto contribuyen a construir una gran armonía que promueve el progreso”, recordó Monseñor Rolando Alvarez, Obispo de la Diócesis de Matagalpa, en su homilía durante la Santa Misa el domingo 27 de diciembre del 2020, en la Festividad de la Sagrada Familia de Nazaret, donde además dio algunos consejos a las familias, recalcando que en ella se juega el
futuro de cualquier sociedad.
Subrayó que los nicaragüenses “enfrentamos grandes retos, desafíos y dificultades, a veces e incluso el panorama parece demasiado sombrío, pero nuestra fe inquebrantable en Dios y en nuestras propias capacidades nos indican mantener nuestro espíritu en alto, nuestra fuerza revitalizada y nuestra esperanza renovada para edificar esa gran familia nicaragüense donde nos respetemos, nos eduquemos para libertad, vivamos en justicia y armonía, precisamente para lograr un progreso que posibilite riquezas mejor distribuidas, desarrollo humano sostenible y una institucionalidad de la que nos sintamos orgullosos”, expresó.
En este punto agregó que Nicaragua está hecha para grandes cosas, “juntos y siempre con Dios lo lograremos”.
Llamado a orar en familia:
En su mensaje, llamó a las familias a hacerse en esta festividad, el propósito de orar juntos en algún momento del día, puede ser al bendecir los alimentos, porque hay familias que ni eso hacen, o como hacen innumerables familias rezando el Rosario, la coronilla a la Divina Misericordia, teniendo un momento al día para leer la palabra u otra oración, porque ante las adversidades esa plegaria puede salvar la familia.
Seguidamente explicó que el texto de San Pablo proclamado durante la liturgia dice: “Enséñense unos y otros lo más que puedan”, añadiendo que la primera manera que tienen los padres para enseñar es el testimonio de vida, “si sus hijos miran, escuchan y contemplan que en la casa no hay gritos, palabras hirientes, ese muchacho o muchacha aprenderá a ser hombre y mujer de paz. Padres que estén atentos a sus hijos no para vigilarlos porque los hijos también deben crecer en la libertad para que amen la libertad”.
En la familia se juega el futuro de la sociedad:
“Si en la casa el hijo a visto que sus padres son leales, no son hombres y mujeres arribistas, esos hijos serán amantes de la verdad, esas virtudes luego tienen una repercusión inimaginable en la sociedad. Quienes en la casa han aprendido que el robo, el hurto es un mal moral, esa persona también en sus relaciones de todo género será alguien que no se sentará en la mesa de los burlones, de los injustos, de los corruptos, de la mentira porque aprendió en su casa esos valores que son fundamentales”.
“En realidad en la familia no nos jugamos sólo el futuro de nosotros sino el futuro de cualquier sociedad”, aseguró.
Indicó que también los hijos puede corregir con caridad a los padres, porque es un enseñar recíproco, y así los hijos van educándose en reconocer que las diferencias son una riqueza, todas esas familias van creciendo en la capacidad del diálogo, en la profundidad del diálogo.
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Finalmente y con la primera lectura aconsejó a los hijos honrar a padre y madre como dice el cuarto mandamiento, “no importa si sea bueno o no tan bueno, a los hijos nos corresponde honrar a padre y madre, ya los defectos son cosas que ellos se arreglarán con el Señor, nosotros honremos y tendremos una larga vida”.
Redacción: Manuel Antonio Obando Cortedano.
Diócesis Media.