Monseñor Rolando Alvarez: “Las grandes construcciones se comienzan con pequeños y sencillos gestos”

Subir a la barca sin perjuicios o ante juicios, con sencillez y humildad para cruzar a la otra orilla, para construir ese gran edificio que es Nicaragua, es parte de la homilía que dirigió Monseñor Rolando Alvarez, Obispo de la Diócesis de Matagalpa, el domingo 9 de agosto en la Iglesia Catedral San Pedro de Matagalpa, donde se sigue celebrando al igual que en toda la Diócesis a puertas cerradas y sin fieles por la crisis sanitaria de la COVID-19.

También recordó que la barca a la que se refiere el Evangelio es la humanidad, es Nicaragua, es la Iglesia “somos todos”.

Aquí el mensaje:

“Jesús hizo que sus discípulo subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla”. La barca, es la Iglesia, es la humanidad, es Nicaragua. Somos nosotros.

No tener miedo de subir a la barca, porque a veces movidos por nuestras interpretaciones y sin llegar a mirar detenidamente el trasfondo de lo verdaderamente bueno, nos podemos ver a sí mismos, enfrascados en dificultades personales, sociales, políticas, económicas y hasta religiosas, desaprovechando un desafío que asumido con serenidad y paz interior, muy seguramente nos podría o habría podido llevar al buen puerto del bien común. Ese bien común o esos bienes inmateriales como la paz, la fraternidad, la convivencia. Un país donde podamos compartir como hermanos la misma tierra que es tierra de todos. Un país que aunque otros lo traten como de cuarta, para nosotros seguirá siendo la primera página del libro. Subir a la barca y dirigirse a la otra orilla, sin prejuicios o antejuicios. Subir a la barca y dirigirse a la otra orilla, con energía y sencillez, con fortaleza y humildad. Subir a la barca y dirigirse a la otra orilla para dejar atrás lo que ha podido separarnos o dividirnos. Todos haciendo un esfuerzo, unos y otros, para no dejarnos vencer por el cansancio, el tedio, el fracaso o la frustración. Apostar siempre por las búsquedas calladas, discretas, de las soluciones que nos conduzcan a superar las crisis que nos aquejan. Siempre dirigirse a la otra orilla nos hará bien, porque además de dejar atrás lo que nos aqueja, tendremos que cursar por nuevos mares o nuevas aguas, aguas profundas donde se recoge la mejor pesca. Dirigirse a la otra orilla, es Duc in Altum, remar mar adentro. En ese mar adentro es donde después de dar un primer paso, pequeño pero seguro, retómanos el camino en el que habremos reconstruido los lazos de respeto, confianza y aprecio, para entonces sentar las bases del futuro y también construir juntos, nuestro país. Es tarea de todos, pero como siempre las grandes construcciones se comienzan con pequeños y sencillos gestos, actos o palabras que nos acercan, lejos de distanciarnos. Pequeños pero que hay que hacerlos para no dejar ir oportunidades que pueden ser fundamentales para empezar pronto a construir este edificio. La gran construcción, el gran edificio que es Nicaragua.

Todos estos desafíos, sólo podremos lograrlos como Jesús, que al despedir a la gente, “subió al monte a solas para orar”. En la oración, en el silencio interior, es donde debemos empezar a navegar en el “mar adentro”, Duc in Analtum. En el silencio interior nos encontramos a nosotros mismos, a sí mismos. Nos encontramos con nuestra verdad que si es auténtica búsqueda, nos impulsará con ánimo renovado, al encuentro con la verdad del otro. Entonces ya no será cada uno dueño de su verdad, sino que simple y sencillamente será, una verdad compartida.

Monseñor Rolando Alvarez: “Las grandes construcciones se comienzan con pequeños y sencillos gestos”

“Entretanto, la barca iba muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario”. Vientos contrarios? Los habrán. Dificultades? Las habrán. Olas que sacuden nuestra barca? Las habrán. Y todas ellas, se presentarán para que no subamos a la barca, para que no vayamos a la otra orilla. Y qué diremos? Nos quedaremos atrasados? Nos quedaremos detenidos? No. Definitivamente no. Hay que empujar y remar hacia adelante. Buscar juntos, nuevos horizontes. Duc in Altum, remar mar adentro. Ahí es donde está la mejor pesca. Conseguirla requerirá esfuerzo, decisión y convicción que sólo unidos o juntos podremos conquistarla, llegando al buen puerto, al puerto de los bienes inmateriales.

En este camino hay quienes se han quedado. El ruido del mundanal bullicio, la carrera enloquecedora del prestigio o de ideas extrañas a nuestra idiosincrasia. Lo que fuera. Pero se han quedado en el camino. Los intrépidos, los innovadores, los creativos, los fieles a los grandes ideales de la nobleza patriótica, la nobleza de la nicaragüaneidad, ésos sí lo logran. Logrémoslo nosotros. Y no por nuestros méritos. No. Sino por los méritos de Aquel que nos amó y se entregó por nosotros. El que siempre nos ama primero.

Entonces sí, viniendo del silencio interior, de la oración, de esa visión fresca de una verdad compartida, mantendremos fija la mirada en Jesucristo y no pensaremos que es un fantasma, ni nos hundiremos en en el mar embravecido. Antes bien escucharemos la voz del Señor que nos dice: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”. Tranquilizarnos, buscar y encontrar aquella paz interior. No tener miedo de apostar por el bien común. Es EL, al que acompañaban las buenas mujeres. Es EL, quien resucitó al único hijo de la viuda de Naim. Es EL, quien curó a la suegra de Pedro. Es EL quien se sentía acogido en la casa de Marta y Maria de Betania. Es EL quien nunca señaló a una mujer. Antes bien creyó en ellas, confió en ellas.

Y junto a ÉL, caminaremos sobre las aguas tempestuosas de los mares, es decir trascenderemos de lo inmediato, lograremos superar el estremecedor crujir de los vientos. Caminar sobre las aguas. Ahí donde nadie si quiera imaginó que podríamos llegar. A veces, así son las cosas de la vida, de esta vida. Nadie podría si quiera imaginarlo (es mejor así) pero con aquella energía y fortaleza, con aquella sencillez y humildad primera, se habría podido lograr.

Puedes leer: FE VERDADERA O FE INGENUA EN TIEMPOS DE PANDEMIA

El secreto: no apartar la mirada de EL. Y entonces un día, más pronto que tarde con los discípulos, también nosotros diremos: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios“.