SEXTO DÍA NOVENA AL ESPÍRITU SANTO

SEXTO DÍA NOVENA AL ESPÍRITU SANTO

En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

OFRECIMIENTO.

(Pide por una intención especial en tu necesidad).

ORACIÓN.

Ven, Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

ACTO DE CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO.

¡Oh Santo Espíritu, Espíritu Divino de luz y de amor! Yo te consagro mi inteligencia, corazón y voluntad, para el tiempo y para la eternidad. Que mi entendimiento sea siempre dócil a tus divinas inspiraciones y a las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica, de la cual eres Tú su guía infalible; que mi corazón esté siempre inflamado en el amor
de Dios y del prójimo; que mi voluntad se conforme siempre con la divina Voluntad; que toda mi vida sea imitación plenamente fiel de la vida y virtudes de Nuestro Señor y Salvado Jesucristo, a quien, en el Padre y contigo, Espíritu Divino, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Del santo Evangelio según San Juan (16, 7 – 8).

“Si no me voy el Defensor no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo mandaré. Cuando Él venga, rebatirá las mentiras del mundo. Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL DÍA.

EL ESPÍRITU SANTO SIEMPRE ESTÁ EN NOSOTROS.

El Espíritu Santo se nos ha dado para que sea el Espíritu de nuestro espíritu, el Corazón de nuestro corazón, y el Alma de nuestra alma. Para que esté siempre con nosotros y en nosotros, no sólo como en su templo, sino como una parte de su cuerpo, es decir, del cuerpo de Jesucristo, que es el suyo, y que debe estar animado por él, ya que los miembros y todas las partes del cuerpo deben estar animadas por el mismo espíritu de su cabeza.

¡Cuántas maravillas han realizado el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo para hacernos cristianos! Y, por lo mismo, ¡qué cosa espléndida significa ser cristiano! Cuánta razón tenía san Juan cuando, en nombre de todos nosotros, decía: ¡El mundo no nos conoce! (1Jn 3, 1). ¡Cuánta obligación tenemos de bendecir y amar a las tres divinas personas por habernos llamado y elevado a la dignidad de cristianos! Por eso nuestra vida debe ser santa, divina y espiritual, ya que todo el que ha nacido del Espíritu es espíritu (Jn 3, 6).

Espíritu divino: me entrego totalmente a ti para que tomes posesión de mí y me conduzcas en todas las cosas. Haz que viva como un hijo de Dios y miembro de Jesucristo; como quien ha nacido de ti y te pertenece en plenitud.

Cuando pensamos en todo esto concluimos que es inmensa la dignidad de un cristiano, hijo de Dios, miembro de Jesucristo, animado por su Espíritu, y que es infinita nuestra obligación de llevar una vida de santidad. Por eso es tan culpable quien peca mortalmente: arroja al Espíritu Santo de su templo para reemplazarlo por el espíritu del mal; crucifica y da muerte en sí mismo a Jesucristo ahogando su Espíritu por el cual Jesús vivía en él, para establecer y hacer vivir en su lugar a su enemigo, Satanás.

Consideración del día Sexto.

El patrimonio de las almas auténticamente religiosas y sincera el reconocer la nada del hombre, su limitado poder, así como lo costoso y difícil del deber de salvarse.

¡Qué poca cosa es el hombre y cuán numerosos los males y miserias que ha de soportar en su breve estancia sobre la tierra! Disposición de Dios altísimo es que mientras el tiempo de peregrinación en el mundo, trabajemos con ardor de la virtud en el importante negocio de nuestra salvación.

Las almas santas son templo del Dios eterno, fabricado mediante la práctica diaria de la virtud y la constante oposición a las sugestiones del pecado.

Grandes y penosos los trabajos que realiza el hombre para ganar el sustento de cada día. El asegurar los goces del cielo, conlleva sacrificios y penalidades sin cuento. Por el pecado de origen, en el que incurrimos los hombres, cargamos ahora con el resultado del desvía de naturaleza inclinada al mal; con la rebelión de las pasiones; con los ataques del enemigo de las almas interesado en perderlas.

La bondad infinita de Dios no nos ha abandonado. Disposición sapientísima suya es que recurramos a su auxilio divino en todas las necesidades y desfallecimientos. Sin esta su ayuda divina trabajaríamos en vano. “Si el Señor no construye el edificio, en vano se fatigan los obreros”, (Sal. 127, 1).

La operación de Dios en la santificación de las almas es llevada a cabo mediante la actuación de su Espíritu Santo. Si le prestamos cooperación incondicional, no dudemos que podremos realizar obras grandiosas y divinas. Con Dios, con su gracis, nada hay demasiado difícil, nada insuperable: “Todo lo puedo en Aquel que me fortalece.” (Fil.4, 13).

Así pues, cuando te sientas desalentado, si te molestan las pasiones, cuando el enemigo sugiera el pecado, no desfallezcas. Recurre a tu Señor y pídele te inflame con el fuego del Espíritu Santo.

Antífona: ¡Espíritu Santo, gracias por hacer de mí templo vivo de tu amor!

Oración para Implorar los Dones del Espíritu Santo.

Señor mío Jesucristo, que antes de ascender a los cielos, prometiste a tus apóstoles y discípulos enviar el Espíritu Santo para fijar en sus almas tu obra divina y redentora, te suplicamos: nos envíes a nosotros el mismo Santo Espíritu para que complete en las nuestras la obra de tus gracias y de tu amor.

Desciendan copiosos a nosotros sus dones celestiales: la Sabiduría, para despreciar las cosas perecederas del mundo y sólo anhelar las eternas; el Entendimiento, que ilumine nuestras mentes con la luz de las verdades; el Consejo, que nos dé acierto en la elección de los medios más seguros para agradar a Dios y merecer el cielo; la Fortaleza, que nos ayude a soportar las cruces de la vida y a superar los obstáculos que se opongan a nuestra salvación; la Ciencia, que da el conocimiento de Dios y de nosotros mismos y que los Santos poseyeron; la Piedad, que hace dulce y agradable tu servicio; el Temor reverente para con Dios y sus mandamientos y que conduce a evitar todo aquello que pueda desagradarle y ofenderle. Suplicándote, en fin, o dulce y amable Señor, que dejes impresa en nuestras almas la señal de tus verdaderos seguidores y un ardiente deseo de amarte sobre todas las cosas. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final.

Oh Dios, que has unido las naciones en la confesión de tu nombre, concédenos que los que han renacido por el agua del bautismo, tengan la misma fe en sus corazones y la misma piedad en sus acciones.

Oh Dios, que enviaste el Espíritu Santo a los apóstoles, oye las oraciones de tus fieles para que gocen de la verdadera paz, quienes por tu gracia, han recibido el don de la verdadera fe. Te suplicamos, oh Dios, que tu Santo Espíritu encienda en nuestros corazones esa llama que Cristo trajo a la tierra y deseó ardientemente fuera encendida.

Inflama, oh Señor, nuestros corazones con el fuego del Espíritu Santo, para que te sirvamos castos de cuerpo y limpios de corazón. Enriquece, Señor, nuestros corazones derramando con plenitud tu Santo Espíritu por cuya sabiduría fuimos creados y por cuya providencia somos gobernados.

Te suplicamos, oh Dios Todopoderoso y Eterno, que tu Santo Espíritu nos defienda y habite en nuestras almas, para que al fin, seamos los templos de su gloria.

Te pedimos, Señor, que según la promesa de tu Hijo, el Espíritu Santo nos lleve al conocimiento pleno de toda la verdad revelada. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

PUEDES LEER: “Los cristianos tenemos que buscar la conversión, la unidad y la verdad”, padre Vicente Martínez