QUINTO DÍA DE LA NOVENA AL ESPÍRITU SANTO

NOVENA AL ESPÍRITU SANTO.

QUINTO DÍA.

En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

OFRECIMIENTO.

(Pide por una intención especial en tu necesidad).

ORACIÓN.

Ven, Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

ACTO DE CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO.

¡Oh Santo Espíritu, Espíritu Divino de luz y de amor! Yo te consagro mi inteligencia, corazón y voluntad, para el tiempo y para la eternidad. Que mi entendimiento sea siempre dócil a tus divinas inspiraciones y a las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica, de la cual eres Tú su guía infalible; que mi corazón esté siempre inflamado en el amor de Dios y del prójimo; que mi voluntad se conforme siempre con la divina Voluntad; que toda mi vida sea imitación plenamente fiel de la vida y virtudes de Nuestro Señor y Salvado Jesucristo, a quien, en el Padre y contigo, Espíritu Divino, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura de la carta de San Pablo a los Romanos (8, 26 – 27).

“Además el Espíritu nos viene a socorrer en nuestra debilidad; porque no sabemos qué pedir ni cómo pedir en nuestras oraciones. Pero el propio Espíritu ruega por nosotros, con gemidos y súplicas que no se pueden expresar. Y Dios, que penetra los secretos del corazón, escucha los anhelos del Espíritu porque, cuando el Espíritu ruega por los santos, lo hace según la manera de Dios. Palabra de Dios.

MEDITACIÓN DEL DÍA.

EL ESPÍRITU SANTO FORMA A JESÚS EN NOSOTROS.

El Espíritu Santo ha actuado para hacernos cristianos. Porque ha sido Él quien formó a nuestro Redentor, nuestro Salvador y nuestra Cabeza en las entrañas de la santa Virgen. Él lo animó y condujo en sus pensamientos, palabras, acciones y sufrimientos, y en el sacrificio que hizo de sí mismo en la cruz para hacernos cristianos, conforme a la palabra de Dios: Por medio del Espíritu eterno se ofreció a Dios (Hb 9, 1 4).

Y después de que Cristo subió al cielo, el Espíritu Santo fue enviado a este mundo para formar y establecer el cuerpo de Jesucristo que es la Iglesia y aplicarle los frutos de la vida, de la sangre, pasión y muerte de Jesús. Sin la venida del Espíritu en vano hubiera sufrido y muerto Jesucristo.

Además, el Espíritu Santo viene en nuestro bautismo para formar a Jesucristo en nosotros, para incorporarnos, hacernos nacer y vivir en él, para aplicarnos los efectos de su sangre y de su muerte y para animarnos, inspirarnos, empujarnos y conducirnos en todo lo que debemos pensar, hacer y, sufrir como cristianos, para gloria de Dios. De suerte que no podemos pronunciar como conviene el santo nombre de Jesús, ni tener un buen pensamiento, sino bajo la inspiración del Espíritu Santo (cf. 1Co 12, 3).

Un cristiano, por consiguiente, es un templo del Espíritu Santo. ¿No saben -dice san Pablo- que su cuerpo es templo del Espíritu Santo? (1Co 6, 19). Por nuestra condición de hijos de Dios y por formar una sola cosa con Jesucristo, como los miembros con su cabeza, tenemos que estar animados por el mismo Espíritu. De ahí la palabra de san Pablo: La prueba de que son hijos de Dios es que Dios ha enviado a sus corazones el Espíritu de su Hijo (Ga 4, 6) y, en otra parte: El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Dios (Rm 8, 9).

Consideración del día Quinto.

El engaño con que el demonio hizo víctimas a Adán y Eva convirtió a sus descendientes en esclavo de aquél.El mundo trata a menudo de engañarnos con sus máximas y de enredarnos en sus lazos.

Es la mentira una de las más fuertes cadenas con que el maligno intenta atar al hombre; de ella se sirve para despertar en nosotros la afición desmedida y exclusiva por las cosas temporales, las que presenta como única razón de la vida en la tierra. Pero, ellas ni son siempre nuestras, ni podrán nunca dar satisfacción completa y duradera.

Es, pues, la mentira, la que esclaviza en el pecado, despojándonos de la herencia del cielo a la que hemos sido llamados. “El que comete pecado, esclavo es del pecado,” (Juan 8, 34).

Por el contrario, es la verdad de Cristo la que libera las almas y emancipa los corazones. Cando a nuestras almas desciende el Espíritu de Dios descubriremos los engaños del maligno y podremos destruir las ataduras de la carne que a él nos esclavizan. “Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.” (2 Cor. 3, 17).

Con la influencia benéfica de este Santo Espíritu recorreremos los caminos del Señor; observamos sus mandatos y escalaremos al fin los pináculos de la perfección cristiana, para respirar el aire puro y santo de la libertad y de la gloria de los bienaventurados Antífona: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Antífona:

¡Espíritu Santo, danos las palabras oportunas para adorar, bendecir y glorificar el santo nombre de Jesús!

Oración para Implorar los Dones del Espíritu Santo.

Señor mío Jesucristo, que antes de ascender a los cielos, prometiste a tus apóstoles y discípulos enviar el Espíritu Santo para fijar en sus almas tu obra divina y redentora, te suplicamos: nos envíes a nosotros el mismo Santo Espíritu para que complete en las nuestras la obra de tus gracias y de tu amor.

Desciendan copiosos a nosotros sus dones celestiales: la Sabiduría, para despreciar las cosas perecederas del mundo y sólo anhelar las eternas; el Entendimiento, que ilumine nuestras mentes con la luz de las verdades; el Consejo, que nos dé acierto en la elección de los medios más seguros para agradar a Dios y merecer el cielo; la Fortaleza, que nos ayude a soportar las cruces de la vida y a superar los obstáculos que se opongan a nuestra salvación; la Ciencia, que da el conocimiento de Dios y de nosotros mismos y que los Santos poseyeron; la Piedad, que hace dulce y agradable tu servicio; el Temor reverente para con Dios y sus mandamientos y que conduce a evitar todo aquello que pueda desagradarle y ofenderle. Suplicándote, en fin, o dulce y amable Señor, que dejes impresa en nuestras almas la señal de tus verdaderos seguidores y un ardiente deseo de amarte sobre todas las cosas. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final.

Oh Dios, que has unido las naciones en la confesión de tu nombre, concédenos que los que han renacido por el agua del bautismo, tengan la misma fe en sus corazones y la misma piedad en sus acciones.

Oh Dios, que enviaste el Espíritu Santo a los apóstoles, oye las oraciones de tus fieles para que gocen de la verdadera paz, quienes por tu gracia, han recibido el don de la verdadera fe. Te suplicamos, oh Dios, que tu Santo Espíritu encienda en nuestros corazones esa llama que Cristo trajo a la tierra y deseó ardientemente fuera encendida.

Inflama, oh Señor, nuestros corazones con el fuego del Espíritu Santo, para que te sirvamos castos de cuerpo y limpios de corazón. Enriquece, Señor, nuestros corazones derramando con plenitud tu Santo Espíritu por cuya sabiduría fuimos creados y por cuya providencia somos gobernados.

Te suplicamos, oh Dios Todopoderoso y Eterno, que tu Santo Espíritu nos defienda y habite en nuestras almas, para que al fin, seamos los templos de su gloria.

Te pedimos, Señor, que según la promesa de tu Hijo, el Espíritu Santo nos lleve al conocimiento pleno de toda la verdad revelada. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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