San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia

Celebramos en este día Jueves 03 de septiembre al papa san Gregorio Magno, que fue un hombre de acción con un carácter muy amable. Nació en Roma alrededor del año 540 y falleció el 12 de marzo de 604. Primero fue prefecto de Roma, después monje benedictino y representante del papa en Constantinopla, por último, papa en unos tiempos particularmente difíciles por la persecución de los bárbaros (grupo de tribus que conquistaron la mayor parte del oeste y del centro de Europa).

San Gregorio Magno, desempeñó un gran papel en la Iglesia como organizador de la vida religiosa sobre todo en lo que concierne al aspecto litúrgico y también como escritor. Tienen una importancia particular sus homilías, sus obras exegéticas, sus cartas y el famoso Libro de la regla pastoral. Es uno de los cuatro grandes doctores de la Iglesia occidental.

A la humildad le llamaba madre y guardián de las virtudes. La vida de los santos está inundada de la presencia de Dios, como dice el prefacio: «Manifiestas tu gloria en la asamblea de los santos, y, al coronar sus méritos, coronas tu propia obra» (Prefacio de los Santos I, Misal Romano), en san Gregorio encontramos grades rasgos de la presencia de Dios, entre ellos la humanidad. Todos nosotros estamos llamados, de acuerdo a nuestro estado de vida, a la santidad tomando en cuenta lo que nos dice el evangelista: «sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto» (Mat 5, 48), el Concilio Vaticano II expresa que todos nosotros los creyentes debemos emplear nuestras fuerzas, según la medida del don de Cristo para entregarnos a la gloria de Dios y al servicio del prójimo (cf. LG 40), de esta manera nosotros podemos dar frutos abundantes como los dio el papa san Gregorio, todas estas fuerzas las encontraba en la contemplación.

En este tiempo de pandemia, debemos volver la mirada a la vida de los santos, ellos nos enseñan el camino para saber actuar y no entrar en la desesperación. De san Gregorio podemos aprender dos cosas, la primera es su humildad, sobre todo en reconocer que sin Dios nada podemos hacer y todo lo que hagamos debe girar en torno a su amor y su misericordia, por difícil que sea nuestra situación y segundo, la contemplación, podemos notar cómo Dios se ha venido manifestando en nuestras familias, o contemplar su presencia en nuestra vida ordinario.

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Hoy más que nunca necesitamos hombres y mujeres de buena voluntad que con su entrega total puedan dar testimonio de la presencia de Dios por medio de actos concretos de servicio a los más necesitados, a los que no tienen trabajo, a los enfermos, a los encarcelados, a los que no tienen nada que comer.

Redacción: Luis Tórrez.
Diócesis Media.