Hoy viernes 14 de agosto celebramos la memoria obligatoria de san Maximiliano María Kolbe, presbítero y mártir, Celebrar la vida de un santo es celebrar la vida de nuestro Señor Jesucristo, Él se entregó por amor, por ello, “nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13), esta misma actitud la encontramos en san Maximiliano, que nació en Polonia el 08 de enero de 1894, a los 13 años entró a la congregación de los frailes menores conventuales.
En 1941 en plena guerra mundial después de ser apresado es transferido al campo de concentración de Auschwitz, Polonia. Durante su estadía en el campo de concentración siempre se caracterizó por su generosidad y su preocupación por los demás, de igual manera su deseo por mantener la dignidad de sus compañeros.
La noche del 03 de agosto de 1941 el comandante del campo mandó coger diez prisioneros para ser ejecutados entre ellos estaba un hombre casado y con hijos, san Maximiliano que no se encontraba entre los diez prisioneros, se ofrece a morir en su lugar, san Maximiliano es condenado a morir de hambre, diez días después de su condena al encontrarlo con vida le administraron una inyección letal.
En 1973 el Papa Pablo VI lo beatifica y en 1982 San Juan Pablo II lo canoniza como mártir de la caridad.
El objetivo de estos grandes ejemplos es acercarnos más a Dios, por ello los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión (GE 4), ellos entendieron y comprendieron lo que significa seguir al Señor, la santidad es definida por san Pablo como “nueva creatura” (Ef 4, 24) es decir, una oposición al hombre viejo, al hombre pecador que lleva en sí la imagen de Dios maltratada y desfigurada, esta novedad del hombre nuevo es un retorno a la condición original del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 27), ya la Lumen Gentium en el capítulo V nos deja claro que todos estamos llamados a la santidad: «Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo […] para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos» (LG 40; CIC 2013).
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En nuestra Iglesia encontramos grandes bibliografías sobre la santidad, donde destacan la vida ordinaria de grandes hombres y mujeres que se entregaron libre y radicalmente al servicio de Nuestro Señor Jesucristo. En este tiempo en que nos encontramos sumergidos en el dolor, por la pandemia y los últimos acontecimientos, donde nuestra fe se ha ido purificando, se hace necesario seguir el ejemplo de san Maximiliano María Kolbe, debemos sentir con el que sufre, con el que no tiene nada que comer, es decir, escuchar el sufrimiento de los demás, nosotros podemos dar la vida a ejemplo de este gran santo, ayudando a los más necesitados y orando unos por otros ya que «La oración y la caridad es una condición indispensable para la regeneración y para la vida de toda alma» (San Maximiliano María Kolbe).
Redacción: Luis Francisco Tórrez Martínez.
Diócesis Media.