Queridos hermanos: Nos encontramos en el XIX Domingo del Tiempo Ordinario. El Evangelio de hoy nos narra el pasaje donde Jesús camina sobre las aguas del lago y la desconfianza de Pedro.
Las aguas turbulentas son el signo del caos, de la destrucción, de la violencia, de las enfermedades, de la muerte, realidades tan presentes en este año 2020. Pero Jesús caminando sobre el mar significa su poder resucitado sobre todas las fuerzas de los males presentes. Es Jesús Resucitado que camina dándonos la paz de su victoria sobre la muerte. La Imagen de una barca sacudida por las olas y Jesús metiéndose en esa misma barca, nos invita a tener presente en nuestro corazón que Jesús en los momentos más difíciles no nos deja solos en nuestro diario vivir.
La montaña es el lugar de la divinidad. Jesús, después de un día atareado, se eleva a lo divino de la oración. Es una invitación para nosotros a recurrir siempre a la oración, no quedarnos con una aparente fe ingenua sino verdadera concretizada en la oración dirigida al Padre.
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Pedro, como siempre, es el más lanzado. Y se echa al mar. Mientras no deja de mirar a Jesús va muy bien; cuando mira a las olas, se hunde. En el mundo mientras caminemos sobre las olas de la debilidad, de la fragilidad, de la pobreza, de la vulnerabilidad, pero con las dos manos bien agarradas a la mano de Jesús, iremos muy bien; pero si intentamos ir a la orilla para pisar la tierra firme de la riqueza, los honores, la fama, el poder, los títulos etc. seremos cristianos sin Dios.
En estos tiempos difíciles que afronta la humanidad por la pandemia, hay personas que sacan a relucir una fe ingenua, manifestando que Dios les protegerá, invitan a salir a las calles y no tener miedo. Caminan como Pedro confiados, pero sin fe. Lamentablemente cuando están contagiados y han contagiados hasta sus propios familiares se dan cuenta que han caminado en lo superficial de la fe.
El virus no hace distinción de personas, ataca a todos, pobres y ricos; avanza silenciosamente traspasando todas las fronteras y dejando una secuela de desolación y muerte, pone en evidencia nuestra total fragilidad. De nada sirven los más sofisticados sistemas defensivos de las grandes potencias, ni la alta tecnología.
Lo único que nos mantendrá a salvos y con vida es quedarnos en nuestras casas, nuestra barca que va siendo dirigida por el mismo Jesús, esa es la fe verdadera que debemos tener. El hombre tiene que volver siempre su mirada a Dios y poner toda su confianza en Él. La fe del creyente es un don de Dios. Es esa fe la que nos mueve a caminar en aguas turbulentas y obrar el bien, pero no podríamos hacer ninguna obra buena y perseverar hasta el final en orden a nuestra salvación, si el Señor no nos sostiene con su gracia permanentemente.
La fe verdadera no es un asunto meramente individual sino también eclesial, tiene un sentido profundamente comunitario. «La fe se vive dentro de la comunidad de la Iglesia, se inscribe en un “nosotros comunitario” (Lumen Fidei, 43)». No solo pensamos en nuestra salvación individual sino también de los otros. Por eso queridos hermanos seamos obediente a la vos sabia de nuestra Iglesia a través de nuestros pastores.
Pedro se hunde, precisamente, cuando su fe deja de estar anclada en Jesús y se desvía hacia el hecho extraordinario de estar caminando sobre el agua. No siempre nos resulta fácil reconocer la presencia de Dios en nuestra vida. A veces le buscamos en grandes o extraordinarios acontecimientos y por eso no le encontramos. Pero algo tan sencillo y discreto como la oración personal puede transformarnos hasta el punto de hacernos olvidar el miedo a lo que hay bajo nuestros pies, dejándolo todo en manos de Dios.
La Palabra de Jesús nos saca de la parálisis del miedo y, si confiamos en él, nos hace capaces de caminar sobre las dificultades, por grandes que estas sean. Siempre escucha nuestra oración y nos auxilia, aunque nos ahoguen las dudas y solo nos quede fe para pedir ayuda.
Junto al Salmista en el Capítulo 1, 1-2, preguntémonos: ¿En quién o en qué ponemos nosotros nuestra confianza?
Pbro: José Luis Diaz Cruz.