Iniciemos el segundo día de la novena en honor a San Pedro Apóstol diciendo, por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN:
Señor mío Jesucristo pensando en las lágrimas de profundo dolor que derramó, tu primado Apóstol San Pedro, después de su pecado, nosotros detestamos nuestros pecados por ser ofensas a tu Divina Majestad digno de todo amor. Al ver la fidelidad con que te sirvió el Apóstol después de su arrepentimiento, proponemos nunca más pecar; queremos imitar el dolor y el valor del gran Primado del Colegio Apostólico. Ayúdanos, buen Jesús mío, y que tú que estas en nuestras desilusiones y en nuestro dolor, nos disponemos para mejorar cada día, y con amor practicar esta Novena, confiando en obtener favor, viendo el remedio de nuestras necesidades. Amén.
ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS:
Oh glorioso San Pedro, Príncipe de los Apóstoles y de la Iglesia Católica: por aquella obediencia con que al primer llamado dejaste cuanto tenías en el mundo para seguir a Cristo; por aquella fe con que creíste y confesaste por Hijo de Dios a tu Maestro; por aquella humildad con que, viéndole a tus pies, rehusaste que te los lavase; por aquellas lágrimas con que amargamente lloraste tus negaciones; por aquella vigilancia con que cuidaste como pastor universal del rebaño que se te había encomendado; finalmente, por aquella imponderable fortaleza con que diste por tu Redentor la vida crucificado, te suplicamos, Apóstol glorioso, por tu actual sucesor el Vicario de Cristo el Papa Francisco. Alcánzanos que imitemos del Señor esas virtudes tuyas con la victoria de todas nuestras pasiones; y concédenos especialmente el don del arrepentimiento para que, purificados de toda culpa, gocemos de tu amable compañía en la gloria. Amén.
CONSIDERACIÓN DÍA SEGUNDO: PENITENCIA DE SAN PEDRO:
Considérese que aunque el Santo Apóstol no perdió la fe cuando negó a nuestro Señor, como observan varios Santos Padres y Doctores de la Iglesia, perdió la caridad y la gracia cometiendo un pecado tan grande, que acaso no se ha cometido más grande, como se explica San Bernardo. Si San Pedro después de una caída tan grave, fue levantado a una cumbre de tan eminente santidad: ¿quién, por más pecador que sea, desconfiará de la divina misericordia, si desea salir del pantano de sus culpas? Mas es necesario atender que el Santo Apóstol salió fuera y lloró amargamente su pecado.
Lloró amargamente con una penitencia pronta; pues habiendo mirado el Divino Maestro a Pedro, más que con los ojos corporales, con los rayos de su gracia, que le penetraron el alma, al punto salió fuera de la casa del peligro, para soltar el dique a sus lágrimas de vehementísimo dolor. Lloró amargamente con una penitencia admirable; no lloró por miedo del castigo, sino por haber negado a quien tanto amaba. Lloró con una penitencia constante, porque el Santo Apóstol no puso límite a sus lágrimas, sino que toda su vida fue una continuada penitencia; y después de la Ascensión, cuando se acordaba de la dulcísima presencia y suavísima conversación de su Divino Maestro, todo se resolvía en lágrimas; de suerte, escribe el Angélico Doctor, que sus mejillas estaban como abrasadas de tanto llorar.
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En este ejemplo tenemos un dechado que debemos imitar de verdadera penitencia; lloremos sin cesar nuestras culpas, e imprimamos vivamente en nuestro corazón, que son indispensables para lograr el dolor los auxilios de la divina gracia: y quedemos persuadidos que confesamos muchas veces mal, por el reprensible descuido en que vivimos, de no pedirlos al Señor debidamente.
ACCIÓN DE GRACIAS Y PETICIÓN:
Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pedimos especialmente por el Santo Padre y por3 nuestro obispo. Ayúdanos a nosotros también hacer un apóstol según nuestras capacidades y posibilidades. Amén.
(En un momento de silencio pidamos al Señor por nuestras necesidades bajo la gloriosa intercesión de san Pedro).
PADRE NUESTRO, UN AVE MARÍA Y UN GLORIA.
ANTÍFONA DEL DÍA.
Señor, tú lo sabes todo; tu bien sabes que te quiero.
(Se repite Tres veces).
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS:
Señor Jesús, que has elegido a San Pedro mientras pescaba en el lago. Él confió en Ti, Señor, y tú lo colmaste de la verdadera alegría. Lo pusiste como roca para edificar tu Iglesia, fuerte en la Caridad, y lo sostuviste con tu oración, para poder confirmarnos en la fe. Secaste sus amargas lágrimas para que su negación no se convirtiera en desesperación sino en confianza más cierta y más grande esperanza. Él pudo contemplar tu rostro transfigurado en el Tabor, y sufrir cerca de ti en Getsemaní. Bendice, Señor, nuestros sacerdotes, asiste a nuestros trabajadores, conforta a nuestros enfermos, mantiene unida nuestra parroquia, y danos una fe firme en la oración mutua, con lágrimas de amor a Ti y de arrepentimiento, para borrar nuestros pecados y alegramos de tu Palabra, luz que brilla en las tinieblas, hasta que él mismo, nuestro patrono aquí en la tierra, nos abra las puertas en el cielo. Amén.
En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén