Un recorrido sobre el significado del Sínodo, la Sinodalidad, y el ser una Iglesia en comunión, participación, misión y liberación, hizo Monseñor Rolando José Alvarez Lagos, Obispo de la Diócesis de Matagalpa y Administrador Apostólico de la Diócesis de Estelí, en la Santa Misa de Apertura del ll Sínodo Diocesano 2021 – 2024, en la Iglesia Catedral San Pedro Apóstol, la mañana de domingo 19 de diciembre 2021, en la conmemoración de los 97 años de erección canónica de esta Iglesia particular.
Las diversas etapas del segundo Sínodo Diocesano se desarrollarán durante tres años, hasta concluir en diciembre 2024, en el centenario de la Diócesis.
Etapas:
De enero a julio del 2022 será el proceso sensibilización, de difusión del Espíritu sinodal, de Julio a marzo del 2023, se dedicará a la escucha para obtener de esa escucha las temáticas del Sínodo, significando que de esa escucha que corresponde a la etapa del ver, va a salir el segundo documento de trabajo. La tercera etapa, de abril a diciembre 2023, es de reflexión que equivale al juicio, en el ver, juzgar y actuar.
La cuarta etapa, de enero a septiembre 2024, se empiezan a elaborar los decretos y disposiciones para la Asamblea Sinodal que será en octubre del 2024.
Homilía de Monseñor Rolando Alvarez:
“Sínodo” es una palabra antigua muy venerada por la Tradición de la Iglesia (…) indica el camino que recorren juntos los miembros del Pueblo de Dios”. Su Santidad el Papa Francisco expresó que la Iglesia que Dios quiere para el tercer milenio es la Iglesia sinodal: “de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”.
La sinodalidad
El camino ‘es dimensión constitutiva de la Iglesia”.
Al respecto, la Comisión Teológica Internacional afirma que “La enseñanza de la Escritura y de la Tradición atestigua que la sinodalidad es dimensión constitutiva de la Iglesia, que a través de ella se manifiesta y configura como Pueblo de Dios en camino y asamblea convocada por el Señor resucitado”. “El Concilio de Jerusalén (Hch 15,4-29) muestra, frente a un desafío decisivo para la Iglesia de los orígenes, el método del discernimiento comunitario y apostólico que es expresión de la misma naturaleza de la Iglesia” (Cf. CTI).
“La sinodalidad es la forma en que sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia”, n. 42). La Iglesia vive y actúa.
“La sinodalidad es la espiritualidad eclesial. Es decir, somos una la Iglesia sinodal o no somos la Iglesia de Cristo. Entramos en el espíritu de la sinodalidad o no podremos remar mar adentro, “duc in altum” –como exhortaba evangelicamente y con fortaleza el Papa San Juan Pablo II-. Entramos en el impulso sinodal o no seremos capaces de responder a los desafíos del tercer milenio. La sinodalidad es el fundamento teológico y la propuesta del Papa Francisco a la Iglesia Universal para comprender las reformas estructurales, organizativas, canónicas, legislativas, económicas y pastorales que está llevando a cabo en la Iglesia Católica”.
La sinodalidad tiene para nosotros cuatro elementos fundamentales: la comunión, la participación, la misión y la liberación.
COMUNIÓN
La Comisión Teológica Internacional manifiesta que la vida sinodal es testimonio de una Iglesia constituida por sujetos libres y diversos, unidos entre ellos en comunión, que se manifiesta en forma dinámica como un solo sujeto comunitario que, afirmado sobre la piedra angular que es Cristo y sobre columnas que son los Apóstoles, es edificado como piedras vivas en una ‘casa espiritual’ (cfr. 1 Pe 2,5), ‘morada de Dios en el Espíritu’ (Ef 2,22)”.
Así, quien desee entrar en el espíritu sinodal debe entrar en comunión con los hermanos, participar en la misma mesa, puesto que :
PARTICIPACIÓN Y CORRESPONSABILIDAD
“el concepto de comunión expresa (…) la sustancia profunda del misterio y de la misión de la Iglesia, que tiene su fuente y su cumbre en el banquete eucarístico”.
También “el concepto de sinodalidad se refiere a la corresponsabilidad y a la participación de todo el Pueblo de Dios en la vida y la misión de la Iglesia”.6 “Una Iglesia sinodal es una Iglesia participativa y corresponsable. En el ejercicio de la sinodalidad está llamada a articular la participación de todos, según la vocación de cada uno (…). La participación se funda sobre el hecho de que todos los fieles están habilitados y son llamados para que cada uno ponga al servicio de los demás los respectivos dones recibidos del Espíritu Santo”.
De ahí que es “esencial la participación de los fieles laicos. Ellos constituyen la inmensa mayoría del Pueblo de Dios y hay mucho que aprender de su participación en las diversas expresiones de la vida y de la misión de las comunidades (…), de la piedad popular y de la pastoral de conjunto, así como de su específica competencia en los varios ámbitos de la vida cultural y social”.
MISIÓN
En su documento conclusivo Aparecida manifestó que “La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza, porque toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio del Padre” 9“Su misión es manifestar el inmenso amor del Padre, que quiere que seamos hijos suyos. El anuncio del kerygma (…) de ese amor vivificador de Dios que se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado (…) es lo primero que necesitamos anunciar y también escuchar”10. Y añadió que “la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad”.11
Por tanto, quien desee participar en este impulso sinodal, propuesto por el Papa Francisco, debe saberse responsable junto a los hermanos de la misión, la evangelización, la pastoral y la extensión del Reino de Dios. Reconocer que “todos somos discípulos misioneros en salida”.
También la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe manifestó la importancia de la dimensión misionera de la Iglesia: “Jesucristo Resucitado quien nos ha convocado una vez más y, como en Aparecida, nos ha hecho reconocernos discípulos misioneros de su Reino, enviados a comunicar por desborde de alegría el gozo del encuentro con Él, para que todos tengamos en Él vida plena (cf. DAp 14). Desde entonces, Jesús nos acompaña en la tarea emprendida de repensar y relanzar la misión evangelizadora en las nuevas circunstancias latinoamericanas y caribeñas”. “Esta Asamblea (…) nos impulsa a abrir nuevos caminos misioneros hacia las periferias geográficas y existenciales y lugares propios de una Iglesia en salida”.
LIBERACIÓN. La evangelización es camino de libertad y de liberación.
La Conferencia de Puebla – en el número 3 de su mensaje- afirmó la importancia del reconocimiento de los derechos de toda persona que lucha y sufre y de “la supresión de las violencias físicas y morales, los abusos de poder (…) porque todo aquello que afecta la dignidad del hombre, hiere, de algún modo, al mismo Dios”.
En su mensaje final la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe hizo mención del “dolor de los más pobres y vulnerables que sufren el flagelo de la miseria y las injusticias”. Y en el número 6 de los desafíos pastorales destacó la necesidad de: “Escuchar el clamor de los pobres, excluidos y descartados”.
Nuestro tiempo se caracteriza por la aspiración a la libertad y liberación, personas y pueblos enteros manifiestan estas ansias de libertad y liberación. “La conciencia de la libertad y de la dignidad del hombre, junto con la afirmación de los derechos inalienables de la persona y de los pueblos, es una de las principales características de nuestro tiempo. Ahora bien, la libertad exige unas condiciones de orden económico, social, político y cultural que posibiliten su pleno ejercicio. La viva percepción de los obstáculos que impiden el desarrollo de la libertad y que ofenden la dignidad humana es el origen de las grandes aspiraciones a la liberación, que atormentan al mundo actual”.
El kairós de la sinodalidad:
La sinodalidad es un tiempo kairótico porque, porque estamos a la espera de lo que el Espíritu quiere decirle a la Iglesia, Pueblo de Dios. La sinodalidad es la buena noticia de Dios en nuestros tiempos.
Caminar juntos en la parresía del Espíritu
La sinodalidad es un tiempo de parresía, es un momento para hablar con franqueza y sin miedo, porque vivimos en libertad, en transparencia, con fuerza, fervor, audacia y dinamismo, para abrirnos al mundo, a la historia, a las dificultades y a los retos que nos presenta la realidad global, nacional y particular.
“La sinodalidad la realiza todo el Pueblo de Dios. El Papa Francisco pidió al CELAM realizar, en vez de una VI Conferencia General del Episcopado Latinoamericano –como se tenía pensado-, una Asamblea Eclesial, una asamblea del Pueblo de Dios, que no es una “reunión de élites”. La sinodalidad la hace el santo Pueblo de Dios que somos todos: fieles laicos, religiosos, sacerdotes, obispos y el Papa. Aquí está la clave de lectura y de interpretación de esta espiritualidad eclesial, entendernos todos como santo Pueblo de Dios. Lo cual no significa que la sinodalidad sea democracia, igualitarismo o moda alguna.
Somos el santo Pueblo de Dios, comunidad jerárquicamente estructurada, que no es democracia, ni tampoco igualitarismo o extrapolación de responsabilidades -es decir, cargar a los demás con mis obligaciones-, sino que cada cual tiene una vocación y una misión a la que ha sido convocado y llamado, y desde esa vocación y misión, como santo Pueblo de Dios, vamos viviendo la comunión, la participación, la misión y la liberación, en esta espiritualidad eclesial que se llama sinodalidad.
Estas ideas de renovación de la Iglesia, el Papa las ilustra muy bien como una pirámide inversa. Tradicionalmente la teología ha representado a la Iglesia con la figura de un triángulo, con el Papa, Vicario de Cristo, a la cabeza, luego el Colegio Episcopal, la jerarquía de la Iglesia, y en la base, los fieles laicos. Ahora se nos presenta un nuevo paradigma eclesiológico: la pirámide se invierte, arriba están los fieles laicos, luego el Colegio Episcopal y en la base el Papa. Esta hermosa y profunda teología-eclesiología nos presenta al Sumo Pontífice como cimiento y roca de la Iglesia, “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella” (Mt 16, 18). El Papa, Siervo de los siervos -como también se designa a los pontífices-, estando en la base carga sobre sus hombros el peso de la Iglesia, lleva a cuestas la cruz de la Iglesia.
Estando en la base, el Papa permanece a la escucha, porque sin la escucha no hay sinodalidad. Dar oídos a los fieles laicos, escuchar al Colegio Episcopal, atender a toda la Iglesia para llegar al discernimiento, elemento esencial en el camino sinodal. Escuchar para discernir la voluntad de Dios, lo que el Espíritu dice a la Iglesia. Esta escucha se realiza a través de la Palabra –la Lectio divina-, la participación en los sacramentos, la lectura atenta de los acontecimientos históricos -signos de los tiempos – junto a los hermanos.
Puedes leer: Letra: Himno del segundo Sínodo de la Diócesis de Matagalpa. 2021 – 2024
“El discernimiento comunitario implica la escucha atenta y valiente de los ‘gemidos del Espíritu’ (cfr. Rom 8,26) que se abren camino a través del grito, explícito o también mudo, que brota del Pueblo de Dios: ‘escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama’. Los discípulos de Cristo deben ser ‘contemplativos de la Palabra y también contemplativos del pueblo’. El discernimiento se debe realizar en un espacio de oración, de meditación, de reflexión y del estudio necesario para escuchar la voz del Espíritu; mediante un diálogo sincero, sereno y objetivo con los hermanos y las hermanas, atendiendo a las experiencias y problemas reales de cada comunidad y de cada situación; en el intercambio de los dones y en la convergencia de todas las energías en vista a la edificación del Cuerpo de Cristo y del anuncio del Evangelio; en el crisol de la purificación de los afectos y pensamientos que permite entender la voluntad del Señor; en la búsqueda de la liberación evangélica de cualquier obstáculo que pueda impedir la apertura al Espíritu”.15
Y así, finalmente, poder discernir la voluntad divina y abrir el horizonte que nos conduzca a responder a los actuales desafíos como santo Pueblo de Dios que peregrina en nuestra bendita diócesis de Matagalpa.
Fotografías: Manuel Antonio Obando Cortedano.
Diócesis Media.