Hablemos de fiebre!

La fiebre es una respuesta adaptativa del organismo que consiste en un aumento de la temperatura corporal por encima del valor normal. No es una enfermedad, sino un signo, que suele acontecer como resultado tras una infección, el cual puede dificultar la supervivencia de bacterias y virus, y activar además el sistema inmune.

En la mayoría de las ocasiones es autolimitada, sin embargo, puede generar gran malestar, e incluso ser indicativa de patologías subyacentes más graves que requieren remisión al médico para el pronto diagnóstico y el establecimiento del tratamiento más adecuado.

La fiebre se clasifica con base en su magnitud como febrícula (menor de 38ºC), fiebre moderada (38 a 39.5ºC), elevada o hiperpirexia (39.6 a 40.9ºC) e hipertermia (mayor de 41ºC).

La principal causa son las infecciones, puede haber otras enfermedades implicadas, ser debida a la ingesta de algunos medicamentos y en otras ocasiones es de origen idiopático (causa desconocida).

Etapas de la fiebre:

Prodrómica: El paciente puede tener síntomas inespecíficos, como dolor de cabeza, fatiga, malestar general, achaques y dolores.

Segunda etapa o escalofríos: El paciente siente escalofríos y desarrolla temblores generalizados a pesar del aumento de la temperatura. La vasoconstricción y la piloerección preceden el inicio de los escalofríos. La piel del paciente está pálida y parece “piel de gallina”. Puede ponerse más ropa o colocarse en posición acurrucada para conservar el calor corporal.

Cuando los temblores han provocado que la temperatura corporal aumente al nuevo nivel predeterminado, los escalofríos se detienen y el paciente vuelve a sentirse caliente.

Tercera etapa o ruborización: La vasodilatación cutánea hace que la piel se vuelva caliente y enrojecida. Ahora el paciente está muy caliente.

Disminución de la fiebre: Este estado se caracteriza por la sudoración. La fiebre disminuye y la temperatura corporal del paciente vuelve a la normalidad.

¿Cómo trata la fiebre?

Dentro del tratamiento por medios, primeramente se debe colocar al paciente en un ambiente fresco y ventilado, con lo que se logra favorecer la pérdida de calor por conducción 15%, si se desnuda al paciente se pierde por irradiación 50%, y por evaporación 30% (25% por la piel y 5% por la vía aérea) al retirar la ropa se favorece la pérdida por convección (5%).

En caso de fiebre de difícil control se hace necesaria la inmersión o mejor baño continuo con agua templada a 35-36ºC durante 20 minutos, en caso de presentar escalofríos se debe suspender el procedimiento. El mismo efecto se consigue con los baños de esponja con agua tibia, con ambos sistemas se favorecen los dos principales mecanismos de pérdida de calor: la radiación (50%) y la evaporación (30%).

No se recomiendan los baños con agua fría y menos helada, ya que con ellos se produce vasoconstricción y escalofríos, con lo que ocasiona incremento en la temperatura central con consecuencias francamente perjudiciales que pueden provocar crisis convulsivas, deterioro cerebral irreversible y muerte. Otras medidas contraindicadas son los enemas de agua helada y fricción con alcohol.

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En cuanto al tratamiento médico, existen diferentes antipiréticos que deben ser dados bajo instrucción médica, ya que los mecanismos de los fármacos son diferentes, las dosis deben ser calculadas, sobre todo en los niños y tiene horarios específicos, porque se recomienda asistir siempre a su médico.

Dra. Ivania M. Gómez Montoya
Medico General/ Especialista en radiología.
Diócesis Media Iglesia y Salud.