La misión de la Iglesia y el profeta, en el centro de la homilía de Monseñor Rolando Jose Alvarez Lagos, Obispo de la Diócesis de Matagalpa, el domingo 11 de julio, de la XV Semana del Tiempo Ordinario en la Iglesia Catedral San Pedro Apóstol, acompañado por fieles que siguen las medidas de prevención ante el COVID-19.
Recordó que el Señor elige y llama a los 12 Apóstoles para llevarlos a la misión, a proclamar la libertad a los cautivos, la curación a los enfermos y un año de gracia para el pueblo: La misión es la naturaleza de la Iglesia, la Iglesia existe para la misión, para anunciar la buena noticia de Jesucristo quien manifiesta el rostro misericordioso del Padre.
Indicó que esta misión “nos corresponde a cada uno de nosotros en el lugar donde nos encontramos, donde el Señor nos ha puesto y desde la vocación a la que hemos sido convocados, procede del Bautismo y es una misión de la que nadie debe sentirse exento… Es una misión que se transmite a través del consejo, del consuelo, de una palabra de esperanza al otro, pero también a través del testimonio de vida, como decía el Papa San Juan Pablo ll, sin un divorcio entre fe y cultura”.
“El papa Benedicto XVI insistió mucho en la corresponsabilidad como Iglesia, todos somos responsables de los demás en la Iglesia”.
Labor del profeta:
Monseñor Alvarez explicó que muchas veces la misión crea algunas incomprensiones como se relataba el domingo pasado cuando Jesús llega a su patria y la gente decía: “¿Quién es este? No es el hijo de José y María, sus parientes viven entre nosotros”. De ahí que el profeta enfrenta muchas incomprensiones, contrariedades y condenas de parte del mundo: Nuevos pilatos, nuevos Herodes que con cobardía sabiendo que Jesucristo es la verdad, lo condenan a muerte.
Subrayó que esta misión lleva a acompañar al pueblo que sufre, que se desangra, “por eso no esperamos en fuerzas humanas, en fuerzas políticas, sociales y económicas… Los creyentes, los católicos, volvemos en todo momento la mirada a Cristo crucificado, a él que se hizo pueblo con nosotros el día de la Encarnación, él que compartió su pobreza, el exilio en Egipto, él que nació en un pobre pesebre, que vivió 30 años ocultos en el silencio, ese Cristo es nuestra esperanza, y ese poder de Dios anima al profeta para no rendirse ni callarse, para no callar su voz ante las injusticias del mundo que quieren someter al pueblo”.
“Los poderosos hasta eso pretenden igual que el rey de la primera lectura que manda a un sacerdote falso, vendido al poder, para decirle al profeta Amós: Vete. Hasta eso llegan los poderosos de este mundo que se pretenden erigir como dioses, con capacidad de decidir sobre nuestras propias libertades. Y el profeta no se calla, sigue adelante, proclamando al rey, al poderoso, esa palabra va dirigida siempre al pueblo”, indicó.
El Prelado recalcó que el profeta siempre va a proclamar al Señor de la vida, al Señor de la historia como el día de su resurrección.
Concluyó proclamando el texto que ofrece el profeta Ezequiel en la oración de Laudes de hoy: Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago». Oráculo del Señor”.
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Cristo está con Nicaragua:
“Hermanos nicaragüenses: Cristo está con nosotros, Cristo nos levanta y nos anima como aquella niña: A ti te lo digo, levántate. Cristo nos promete una esperanza en un mundo, en una sociedad nueva y más humana. Cristo nos promete infundirnos su espíritu para que vivamos, colocarlos nuevamente en nuestra tierra para saber que él es el Señor que lo dice y lo hace. Así sea”.
Redacción y fotografías: Manuel Antonio Obando Cortedano
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