«Jóvenes ustedes den lo mejor de sus vidas, lo que realmente consideran lo más valioso, lo que tú tengas, ofrécelo a Dios» fueron las palabras que expresó el Presbítero Jairo Pravia, párroco de la Inmaculada Concepción, Sébaco, en la Santa Misa vespertina que presidió el 6 de Marzo en la Parroquia Santa Lucía, Ciudad Darío, que concelebró el párroco padre Vicente Martínez, a los jóvenes que participaron del primer encuentro de Comunidad Cristiana Hijos de Dios.
En su homilía el padre Jairo recordó a los padres de familia la importancia de apoyar a sus hijos en este camino que han iniciado: «Padres de familia no le niegues a tu hijo la oportunidad de continuar este proceso de inicio de conversión, acompáñelo, empújelo, anímelo para que sigan este camino porque aún no estan convertidos del todo, apenas tienen una chispita que esta comenzado a producir un fuego en el interior de su mente y su corazón, el gran paso ya lo dieron».
En este sentido el padre Pravia, argumentó que todos como iglesia tienen que ofrecerle a Dios lo mejor que tengan: el mejor tiempo, las mejores cosas, la disponiblilidad que tengan para Dios, para servir y seguirle siempre: La Cuaresma no es un tiempo de tristeza, más bien es un tiempo de alegría, que conlleva a un proceso de reflexión, meditacion y de contemplacion que nos permite discernir lo que Dios nos pide diariamente a través de la palabra».
«En este Primer domingo de Cuaresma como decía el Salmo: Tú eres mi Dios y en ti confío, nos invita a reflexionar si en verdad Dios es el centro de la vida, creo que ustedes jóvenes han tenido la experiencia y ahora sí pueden decir que Jesús, que Dios es su único Señor y que en el van a confiar, hoy han podido aprender a confiar en Dios por eso hoy están aquí», manifestó el Padre Jairo.
Además, les alentó a tener cuidado con esos dioses que han quitado el tiempo para Dios y han robado la paz: «Jóvenes estén alertas y vigilantes no dejen que otros dioses les quiten la felicidad, la tranquilidad, la armonía, esos dioses no les pueden salvar, quizas les estaban estorbando sus vidas, era una piedra en el zapato, una pelusa en el ojo, que le molestaba, que le inquietaba era como una espina en el corazón que mientras no se la sacaron pues no podían estar en paz consigo mismo».
Por último, dijo que Dios a los jóvenes les está llamando y quiere que a pesar de que se este débil y que no se pueda caminar, se debe aprender a decidirse, abandonarse en él: «Entonces acerquémonos queridos hermanos al que no desilusiona, al que no desencanta, lo que pasa es que hay que creer en el poder que tiene su palabra».
Redacción: Zenelia Cordero Martínez
Diócesis Media, parroquia Santa Lucía, Darío.