“Estamos seguros que todos pondremos un esfuerzo individual para la reconciliación y el perdón”, dijo Monseñor Rolando Alvarez, Obispo de la Diócesis de Matagalpa, en su homilía el domingo 13 de junio, al celebrar la santa Misa del Xl Domingo del tiempo ordinario en la Iglesia Catedral San Pedro Apóstol.
Aquí el mensaje textual:
Nicaragua somos una tierra pequeña, pero la amamos porque es nuestra tierra. Nicaragua, 200 años después, debe enfrentar los errores del pasado para delinear un futuro democrático en el que se respetarán los derechos humanos, sin exclusión. Los Obispos hemos dicho en nuestro Mensaje del pasado viernes: «Rechazamos todo aquello que pretenda dañar la paz, fundamentada en la justicia y el respeto a los derechos humanos».
El país ha entrado en la etapa más importante de su historia, la tarea de reconstruirnos a nosotros mismos como una nación. Estamos conscientes que esta tarea, por una parte, es fácil porque los nicaragüenses no dudamos de ser miembros de una nación, pero por otra, menos fácil porque el conflicto entre miembros de una familia es siempre más amargo y divisorio. De hecho, en nuestro Mensaje «queremos iluminar las conciencias y señalar caminos de amor, conversión, reconciliación, unidad y esperanza, para construir una Nicaragua sobre fundamentos de paz y de justicia».
Estamos seguros que todos pondremos un esfuerzo individual para la reconciliación y el perdón. Un perdón que para ser efectivo, debe pedirse con sinceridad; el perdón nos une, porque como motor de nuestra historia, revela que nuestro sueño, nuestra ilusión de ser nación es posible, y permite evitar las ofensas y los espirales de luchas entre hermanos.
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La CEN nos hacemos eco de las palabras de San Juan Pablo II, cuando citamos que «no se restablece completamente el orden quebrantado, si no es conjugando entre sí la justicia y el perdón». Basta ya de lastimarnos entre nosotros, eliminemos de nuestra cultura política todo tipo de neocolonialismo. Debemos demostrar nuestra naturaleza de diálogo, democrática, participativa y pacífica para honrar la memoria de tantos que dieron sus vidas durante estos 200 años para crear una República, con la finalidad de establecer un nuevo orden social en unidad, estabilidad y de futuro.
El próximo proceso electoral es un marco propicio para la democratización de nuestro país, que deberíamos asumirlo como un proceso ético, libre, transparente y justo, que permita escuchar la voz de Dios, la voz del pueblo, porque recordemos: vox populi, vox Dei. La voz del pueblo es la voz de Dios.