Monseñor Rolando Alvarez, Obispo de la Diócesis de Matagalpa, presidió la Santa Misa en el Santuario Diocesano Nuestro Señor de Esquipulas, el 15 de enero 2021, acompañado por el párroco padre Jaime Montesinos, padre Marvin Muñoz y padre Sadiel Eugarrios, junto a fieles del municipio que participaron cumpliendo las medidas de protección ante el COVID-19. En su mensaje llamó a los políticos en este año electoral, a contemplar a Cristo Crucificado, para en él ver al pueblo sufriente, al pobre, al campesino, al marginado.
Por primera vez en 26 años no se realiza la tradicional peregrinación que reúne a más de cuarenta mil fieles, en las parroquias y comunidades rurales se hizo el novenario y celebraciones Eucarísticas dedicadas al Cristo Negro.
MENSAJE – HOMILÍA DEL OBISPO DE MATAGALPA
«Mirarán al que traspasaron». Miremos con confianza el costado traspasado de Jesús, del que salió «sangre y agua» (Jn 19, 34) (Mensaje del Papa Benedicto XVI Cuaresma 2007).
Hoy 15 de enero celebramos a Nuestro Señor de Esquipulas, patrono de esta querida parroquia de Esquipulas, sin embargo, en Él toda la Diócesis de Matagalpa encuentra la fuente de la misericordia y de las bendiciones divinas. En estos tiempos de crisis social, política, económica, ambiental y sanitaria, es aún más urgente que nos acerquemos espiritualmente a Él para pedirle que aleje de nuestra patria la pandemia del Covid, pero también el odio, la injusticia, la desigualdad y la corrupción, y que renueve la fe y la esperanza.
Hoy le suplicamos que con sus heridas nos cure, y le rogamos por los enfermos, los exiliados, los encarcelados y sus familias. Nuestro Señor de Esquipulas nos acoge a todos y nos consuela a todos. En su imagen de piel oscura, que lo presenta muerto tras penosa agonía, lo vemos desfallecido cargando nuestros dolores, y que envía también un último suspiro de misericordia y de paz. ¡Cuánto consuelo nos da!
Queridos hermanos y hermanas: Acostumbrémonos a dedicar un momento del día a contemplar a Cristo Crucificado, para reencontrarnos con el verdadero amor de Dios Padre, que entrega a su Hijo Unigénito a la muerte por ti y por mí. Miremos sus manos y pies perforados por los clavos del odio y de la indiferencia, su costado traspasado por la lanza del egoísmo y la ambición desmedida, su sien marcada con una corona de espinas como símbolo de la realeza del Siervo de Dios humilde y sufriente que gobierna desde el trono de la cruz. Jesucristo muerto y crucificado, con los brazos siempre abiertos para acoger a todo aquel, hombre y mujer, que carga con la cruz de cada día y anhela un mundo renovado en la justicia, la paz y la libertad.
Miremos y contemplemos a Cristo:
· Miremos su cabeza; es el Rey coronado de espinas; que reclina su cabeza para entregar el espíritu.
· Miremos sus brazos: abiertos, abrazando todo el mundo; nadie queda discriminado cerca de Él; brazos de reconciliación y de paz.
· Miremos sus manos que han creado el mundo, y ahora están traspasadas y aparentemente inactivas clavadas en el árbol de la Cruz; Él nos cura.
· Miremos su rostro ensangrentado, es “el más bello de los hombres» (Sal 45, 3).
· Miremos sus ojos llenos de perdón. Nos renueva con la claridad de su mirada, que nos salva.
· Miremos su cuerpo, lleno de heridas, golpes, que carga en sus hombros no una sino todas las ovejas perdidas… a ti y a mí… Todos los descarriados del mundo.
· Miremos sus pies, clavados en la cruz; ya no pueden recorrer los caminos de la tierra, pero Él va a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
· Miremos su costado abierto por la lanza. Es la herida más significativa, la que nos permite penetrar en su Corazón. Y brota sangre y agua de vida (Mons. Joan Enric Vives Sicília Arzobispo, obispo de Urgell 8 noviembre, 2020).
Jesús dijo: «Yo, cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). (Mensaje del Papa Benedicto XVI Cuaresma 2007).
Queridos hermanos y hermanas: ¡Miremos a Cristo traspasado en la cruz! Él es la revelación más impresionante del amor de Dios. En la cruz, Dios mismo nos mira y nos pide nuestro amor: Él tiene sed de nuestro amor.
La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por él. Sin embargo, aceptar su amor no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo «me atrae hacia sí» para unirse a mí, a fin de que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor (Mensaje del Papa Benedicto XVI Cuaresma 2007).
Porque aceptar el amor de Cristo sin buscar el bien de los demás no es suficiente. Hay que corresponder al amor de Jesús crucificado comprometiéndonos en la búsqueda del bien común. Contemplar “al que traspasaron” nos debe llevar a abrir el corazón a los otros, reconociendo las heridas causadas a la dignidad del ser humano; nos debe llevar a luchar contra toda forma de explotación de la persona y desprecio de la vida (del aborto provocado y la eutanasia). Mirar a Jesús crucificado nos debe llevar a aliviar los dramas de la pobreza, el desempleo, la marginación, la falta de educación para nuestros niños y jóvenes, la carencia de atención médica y medicamentos, de los servicios básicos, de una vivienda digna…
¡Miremos a Cristo traspasado en la cruz! Porque Él nos mira, porque Él nos acoge, porque Él es la manifestación del amor tierno, misericordioso y gratuito de Dios Padre. En la cruz, Dios mismo nos contempla y acoge, contempla y acoge a su pueblo, un pueblo de rostros sufrientes, porque en su mirada nos revela su cercanía y su amor.
Contemplar al Crucificado al iniciar el año electoral:
Todo político que quiere y busca el bien común debe empezar por contemplar al Crucificado, y en el Crucificado debe contemplar al pueblo que sufre, al pueblo humilde y sencillo de rostro dolorido.
El político que empiece a hacer esto diariamente no se perderá, sino que acertará. En la mirada del Crucificado encontrará claridad, fortaleza, nuevos caminos y puntos de encuentro que lleven a la unificación de esfuerzos para construir el proyecto de un noble país, capaz de velar por el más pequeño, por el débil, por el desamparado, donde gobierne el bien común.
En la contemplación del Crucificado, hermanos políticos, encontrarán que es posible construir una nación que vele por el respeto de la persona humana, especialmente los más débiles e indefensos.
En la contemplación del Crucificado, hermanos políticos, encontrarán que no es posible dar un paso adelante mientras no compartamos los sufrimientos y angustias de un pueblo sediento de justicia, libertad, paz, salvación y perdón, porque “La prueba máxima de tu grandeza está en la forma que trates a cada ser humano, pero especialmente a los más débiles y más indefensos” (San Juan Pablo II, visita a Estados Unidos 1987).
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La clave de la misión del político servidor del pueblo sufriente es descubrir que debe trabajar por aminorar el padecimiento en la vida de los demás y con solidaridad cargar y aliviar las heridas de los otros. Este descubrimiento conduce la vida y la misión de todos aquellos llamados al ejercicio de la política desde el Evangelio y el mensaje de la Cruz que proclama la Iglesia.
Fotografías: Manuel Antonio Obando Cortedano.
Diócesis Media.