El sufrimiento de tantas personas que están privadas injustamente de su libertad y de la posibilidad de expresarse libremente, recordó Monseñor Rolando José Alvarez Lagos, Obispo de la Diócesis de Matagalpa y Administrador Apostólico de la Diócesis de Estelí en la Misa solemne en honor a Nuestra Señora de la Merced, patrona de la Diócesis de Matagalpa, el viernes 24 de septiembre, en la Iglesia Catedral San Pedro Apóstol, acompañado por el Clero Diocesano y seminaristas de los diversos niveles de formación, todos siguiendo las medidas de prevención ante la COVID-19.
Al igual que el año 2020, en esta ocasión no hubo procesión por las calles de la ciudad, y se presidieron 6 Misas en diversos horarios para permitir que la feligresía se distribuya y no tener aglomeraciones.
Aquí el texto del mensaje completo:
Celebramos hoy el día Nuestra Señora de la Merced, Patrona de nuestra bendita y amada Diócesis de Matagalpa y en cuya fiesta nos unimos a la hermana Diócesis de León, que hoy la celebra con tanto júbilo. Ella es patrona de las prisiones.
En el siglo XIII, el Mar Mediterráneo y sus costas estaban llenos de traficantes de personas que sembraban la destrucción en los pueblos, apresaban a sus habitantes y los vendían como esclavos. Conmovido por esta situación, Pedro Nolasco suplicó a la Santísima Virgen el remedio corporal y espiritual para estos hermanos secuestrados y esclavizados. Vendió sus pertenencias y se dedicó a la compra y rescate de cautivos. En el mes de agosto de 1218, estando en oración, tuvo una aparición de la Santísima Virgen, quien le dijo que la obra que realizaba era agradable a Dios y para perseverar en ella y perpetuarla, debía fundar una orden religiosa, cuyos miembros imitaran a su Hijo, redimiendo a los cristianos cautivos. Después de la abolición de la esclavitud en el siglo XIX, la orden mercedaria adapta su carisma, es decir, su actividad apostólica y misionera hacia las nuevas formas de cautividad: encarcelados, expatriados, refugiados. La orden de los Mercedarios llegó a estas tierras matagalpenses dejándonos en herencia el cuidado y la oración por los hermanos en diversas formas de cautividad.
Hoy queremos expresar a través del magisterio de los últimos papas nuestra preocupación por quienes se encuentran en las cárceles.
Estuve en la cárcel y vinisteis a verme (Mt 25, 36). Estas son las palabras del juicio final, contado por el evangelista San Mateo, y con las que nuestro Señor, se identifica con los detenidos. Dondequiera que haya un hambriento, un extranjero, un enfermo, un preso, allí está Cristo mismo que espera nuestra visita y nuestra ayuda (cf. Papa Benedicto XVI, 18 de diciembre de 2011).
“La preocupación de Jesús por atender a los hambrientos, a los sedientos, a los sin techo o a los presos (Mt 25,34-40), era para expresar las entrañas de misericordia del Padre, que se vuelve un imperativo moral para toda sociedad” (cf. Papa Francisco, 17 de febrero de 2016).
Al considerar al hombre como “el camino primero y fundamental de la Iglesia” (Redemptor hominis n. 14), afirma San Juan Pablo II, expuse el significado de los “derechos objetivos e inviolables del hombre” (n. 17). ¿Cuántas personas están privadas injustamente de su libertad, de la posibilidad de expresarse libremente o profesar libremente su fe en Dios? (cf. Congreso mundial sobre la pastoral de los derechos humanos, 4 de julio de 1998, n.2).
No escapa al señorío de Dios el tiempo de la reclusión. Los poderes públicos que, en cumplimiento de las disposiciones legales, privan de la libertad personal a un ser humano, poniendo como entre paréntesis un período, deben saber que ellos no son señores del tiempo del preso (cf. San Juan Pablo, Jubileo en las cárceles 24 de junio 2000). Más aun, cuando las reformas a las leyes hacen que inocentes paguen condenas injustas, sentencias injustas o viciadas por la corrupción de los sistemas judiciales.
“Para los que creen en Dios, la vida humana es un don que viene de El, un depósito sagrado que hay que conservar en su integridad /…/ La Iglesia y los creyentes no pueden pues permanecer insensibles e inertes ante la multiplicación de las denuncias y malos tratos practicados en diversos países sobre personas arrestadas, interrogadas o puestas bajo vigilancia o en estado de detención. /…/ se constata el debilitamiento y la resistencia de los prisioneros /…/ lesiones irreparables y humillantes para el cuerpo y para el espíritu. ¿Cómo no sentirse turbados cuando se sabe que muchas familias angustiadas hacen en vano súplicas en favor de sus seres queridos y que incluso sus peticiones de información se acumulan sin recibir respuesta? ¿Podrá la Iglesia no tomar una postura severa, /…/ frente a la violencia infligida a la persona humana? Los que las ordenan o practican cometen un delito, muy grave ciertamente para la conciencia cristiana, que no puede quedarse sin reaccionar y procurar, en la medida de lo posible, promover la adopción de remedios adecuados y eficaces” (cf. San Pablo VI, 14 de enero de 1978).
Quisiera terminar con dos imágenes, dos imágenes que pueden ayudar, ha dicho el Papa Francisco. No se puede hablar de un ajuste de deuda con la sociedad en una cárcel sin ventanas. /…/ Llévense esta imagen de las ventanas y el horizonte, y procuren que en los países siempre las prisiones, las cárceles tengan ventana y horizonte. La segunda imagen, la imagen de las madres, las madres de los detenidos que la ve todo el mundo, porque hacen fila antes de entrar y que después muchas veces son sometidas a las revisiones de seguridad, revisiones tantas veces humillantes. (cf. 8 de noviembre de 2019).
puedes leer: “En Nicaragua tenemos necesidad de libertad interior”. Monseñor Rolando Alvarez
Situación de Presos políticos:
Hoy vemos el sufrimiento de presos políticos que no pueden despedir en el lecho de muerte a su madre, de padres que no pueden consolar al hijo enfermo o grave; de familias atormentadas al no saber nada de su familiar detenido.
Hoy suplicamos a nuestra Señora de la Merced recoja el mar de lágrimas que sus hijos le ofrecemos y que en un intercambio de amor Ella ayude a alcanzar la conversión y santidad de este pueblo; Señora del Remedio y de Gracia en nuestras necesidades, suplicamos, confiados en tu poderosa intercesión, Santa María de la Merced, Reina de la esperanza, Madre de la verdadera libertad, ruega por nosotros ante tu Hijo Jesús. Libéranos del mal, de toda esclavitud, del pecado y toda forma de egoísmo. Hoy son muchas las cadenas que nos oprimen y la presencia de la Virgen llega hasta nosotros para liberarnos, para no ser más esclavos, sino hijos.
Fotografías: Manuel Antonio Obando Cortedano.
#DiócesisMedia