El impacto que ha ocasionado a la fecha la pandemia del COVID-19 en la humanidad es aún incalculable tanto en términos económicos como sociales, sin embargo el mayor daño ha sido al ser humano en su esfera física, mental y espiritual ocasionando enfermedad, muerte y secuelas de largo plazo a la familia y sociedad.
Cuidar de nuestra salud física debería de ser una constante en nuestra vida diaria sin embargo en la práctica no es tarea fácil más aún si estamos sometidos a una cuarentena o aislamiento voluntario domiciliar ante la sospecha de COVID-19 y no menos importante los riesgos de salir a la calle ante la inseguridad ciudadana.
En Nicaragua hemos sufrido por la crisis política, social y económica desde 2018 a lo que se suma la crisis sanitaria, la suma de estos ha deteriorado la salud mental de niños, jóvenes y adultos ocasionando trastornos del sueño, de la alimentación, ansiedad y estados de ánimo así como un probable incremento de los suicidios.
Un alto porcentaje de la población nicaragüense es Cristiana (Católicos – No católicos) ya sea por tradición, herencia familiar o práctica activa de la religión que se profesa, sin embargo a partir de las crisis antes mencionadas, nuestra Fe se ha puesto a prueba y en muchos casos la libertad de prácticas religiosas se ha visto seriamente afectada
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Cuidar y promover la salud física, mental y espiritual, se convierte en un desafío en estos tiempos de COVID-19, necesarios y urgentes, pero si lo hacemos convencidos de sus beneficios y con la participación activa de los niños y demás miembros de la familia será posible lograrlo con la gracia de Dios.
Redacción: Doctor Fredy Espinoza. Diócesis Media Iglesia y Salud.